Por
Julián Martínez
El artículo de esta noche no puede ser demasiado racional ni demasiado analítico. La prensa desgranará la final del Mundial de Sudáfrica 2010. El partido en que la Selección Española se proclamó por primera vez campeona del mundo de fútbol. O tal vez no se detengan en un análisis profundo porque, al fin y al cabo, como decía Luis Aragonés: "las finales no se juegan, se ganan".
De cualquier modo, faltaríamos a la verdad si no dijéramos que sí hubo batalla táctica -además de la física que plantearon los orange- en el terreno de juego. Si no dijéramos que España anuló casi por completo la principal arma ofensiva holandesa con incansables ayudas de Sergio Busquets (vaya mundial el suyo) para evitar la manida diagonal hacia adentro de Robben. Si no habláramos de la presión a Piqué y al centro del campo español que ejerció Holanda para evitar la salida fluida del balón. Si no habláramos de un Casillas de leyenda. No ha sido un gran mundial el suyo pero en los momentos clave ha aparecido ese consabido santo. Si no dijéramos nada de la prórroga de Iniesta. No ya sólo por el gol, sino por su lectura del juego entre líneas en momentos Copa del Mundo en el que los grandes aparecen (Maradona, Zidane, etc.).