Esta noche se juega algo más que un partido de fútbol. Algo más que una semifinal de Champions League. Esta noche buena parte del futuro del fútbol se la juega en el Camp Nou. Se la juega en el cruce de estilos futbolísticos. El Barcelona de Guardiola y el Inter de Mourinho. Dos formas antagónicas de entender el juego extrapolables a cualquier ámbito de la vida: virtuosidad u oscurantismo.
Ya sucedió hace 16 años, en la famosa final de Champions League de Atenas. Aquella final de 1994 midió a dos de los equipos más importantes del continente. Aquella final representa el fútbol en sí. El Barcelona que dirigía Cruyff y su fútbol vistoso, elegante e incluso artístico, y el Milán de Fabio Capello, puro músculo; fútbol de laboratorio. Bien es cierto que aquel Milán contaba con Boban, Savicevic o Albertini. Pero también es cierto que en el once de la final Capello alineó juntos a Tassotti, Panucci, Galli, Maldini y Desailly; casi nada.
"Sabíamos cuáles eran los puntos fuertes del Barça y supimos encontrar las soluciones correctas para contrarrestarlos. Fuimos capaces de crear problemas al Barça. Fue una victoria basada en la táctica y en la velocidad. Éramos el equipo más rápido", Fabio Capello.
Aquella noche Capello mató al Dream Team para siempre. Después de aquello Cruyff nunca volvería a levantar a su equipo ni consiguió llegar hasta donde habían llegado antes. Salieron Laudrup y Zubizarreta y, a ellos, les siguieron más tarde Stoichkov, Romário y Koeman. El impacto de aquella derrota fue total: de alguna manera se acabó con un estilo de juego, con una filosofía. En la final de Atenas hubo una batalla por imponer un estilo. Triunfó Capello.
El fútbol se alimenta de imitación: imitación de gestos, regates, estrategias e incluso filosofías. La idea futbolística del Milán capellista post-Sacchi imperó por Europa. Las defensas se cerraron y los entrenadores prefirieron no ganar a perder. En un intento por cambiar la tendencia predominante, la UEFA implantó el sistema de 3 puntos por victoria la temporada siguiente. Había que primar el juego ofensivo. Desde entonces el fútbol cambió para siempre. El buen fútbol que me gustaba fue paulatinamente desapareciendo del mapa.
Toca mirar al presente. Guardiola, que jugó como titular aquella final de Atenas, es hoy el heredero de Johan Cruyff y su equipo ha recuperado el estilo y los valores de aquel Dream Team de los noventa. Hay algunas diferencias: esta noche no se juega una final sino una semifinal y no es el Milán, sino el Inter. Pero, igualmente, esta noche Mourinho se vestirá de aquel Capello de Atenas de 1994. Por el bien del fútbol de los próximos años, el curso de la historia debería cambiar esta noche.
1 comentario:
Esperemos que gane el Barça por dos razones: 1. Como tu bien dices, por el bien del futbol. 2. Porque me muero de ganas de escuchar las perlas que soltará Mourinho en rueda de prensa una vez eliminados.
Otra diferencia bastante importante con aquella final del 94, es que hoy no se juega en Atenas, si no en el camp Nou. Esperemos que la defensa no sea un coladero, como la fue aquella de Nadal y compañía.
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